Custodia de cargamentos de cocaína procesada en la Costa Pacífica, apoyo logístico para transportarla a través de la frontera selvática y exportarla por el puerto de Guayaquil, hacen parte de las tareas criminales que el capo ecuatoriano José Adolfo Macías Villamar (“Fito”) cumplía para los narcos colombianos.
Su nombre ocupó las portadas de la prensa latinoamericana desde el pasado 25 de junio, cuando el Ejército ecuatoriano lo encontró en su escondite, un búnker de 1,5 millones de dólares en un humilde sector llamado Monterrey, en el cantón Montecristi de la provincia de Manabí.
Los uniformados tuvieron que remover una baldosa para llegar hasta un sótano acondicionado con todas las comodidades, donde el criminal más perseguido de ese país no tuvo más remedio que rendirse.
“Fito” es el jefe de la banda “los Choneros”, considerara la más poderosa de Ecuador, gracias a sus alianzas estratégicas con carteles colombianos y mexicanos.
Este grupo surgió en el año 2000 en la ciudad de Chone, en Manabí, como una banda de delincuencia común, y nueve años después se transformó en una estructura con tentáculos nacionales y redes de corrupción en la Fuerza Pública, la justicia y la clase política.
Hoy se dedica al narcotráfico, el sicariato, la extorsión y el terrorismo, entre otras actividades delictivas.
La mayoría de sus líderes operan desde las cárceles, y por divisiones internas gestadas en los patios, surgieron sus principales facciones enemigas: “los Lobos” y los “Chone Killers”, con las que sostiene violentos enfrentamientos por el dominio de algunos territorios y el control de las prisiones.