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Esta es la historia del Himno de Antioquia, un “catecismo de identidad”

Con letra de Epifanio Mejía y música de Gonzalo Vidal, el himno de Antioquia habla de libertad y trabajo.

  • Los himnos son una materialización de las idiosincracias locales. El de Antioquia no es la excepción. FOTO Manuel Saldarriaga
    Los himnos son una materialización de las idiosincracias locales. El de Antioquia no es la excepción. FOTO Manuel Saldarriaga
hace 1 hora
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Los himnos son la materialización musical de los sueños de los habitantes de una región. En sus estrofas los autores expresas aquello que consideran el corazón de la idiosincrasia de un pueblo. El himno de Antioquia no es la excepción. Con letra del poeta Epifanio Mejía y música del compositor Gonzalo Vidal, este himno no solo es un canto a la libertad, sino también un testimonio de la cultura antioqueña.

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Epifanio Mejía (1838-1913), conocido como el “poeta triste” o el “loco Mejía”, escribió *El canto del antioqueño* en 1868, publicado en el periódico El Oasis. Sus versos, cargados de nostalgia y amor por la tierra, resonaron en una Antioquia que buscaba afirmar su identidad. Mejía, recluido en un manicomio durante décadas, dejó un legado literario que incluye las obras La ceiba de Junín y Amelia. Su poema, sin embargo, trascendió como himno gracias a la intervención de Juan Yepes, quien le dio una primera musicalización popular.

Sin embargo, fue Gonzalo Vidal (1863-1946), nacido en Popayán, pero radicado en Medellín desde su juventud, quien fue el artífice de la versión definitiva del himno. Aunque nunca conoció a Mejía, Vidal se sintió conmovido por sus versos y los musicalizó en 1914. La pieza se estrenó el 20 de agosto de ese año en el Teatro de Variedades de Medellín y días después en un baile en honor al expresidente Carlos E. Restrepo.

Vidal, un prolífico compositor con más de 200 obras, es también autor de las Estaciones del Viacrucis, interpretadas durante la Semana Santa en Colombia. Sin embargo, el Himno Antioqueño se convirtió en su creación más popular, a pesar de que él mismo consideraba que no era su obra más trascendente.

La historia del himno está marcada por varios intentos fallidos. En 1899, periódicos como El Correo de Antioquia y El Cascabel organizaron un concurso para musicalizar el poema de Mejía, pero la Guerra de los Mil Días truncó el proyecto. En 1913, tras la muerte del poeta, la Junta de Estudiantes Antioqueños en Bogotá convocó otro certamen, pero ninguna de las propuestas, incluida la de los hermanos Samuel y Luis Uribe Uribe, logró imponerse.

Fue Vidal quien, sin participar en concursos, creó la melodía que hoy identifica a la región. En 1932, cedió los derechos de la obra a su amigo Luis Eduardo Vieco, quien realizó una edición impresa que distribuyó en escuelas e instituciones.

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El himno no estuvo exento de controversias. En 1940, una grabación discográfica de la Casa Odeón fue criticada por mutilar el coro y alterar los acentos del poema. Gonzalo Vidal incluso escribió una décima rechazando la versión: ”Así en un disco pequeño, / con el coro mutilado / y en ese aire tan pesado / que más bien provoca sueño, / no surge el himno antioqueño”.

No fue hasta 1962 que la Asamblea Departamental de Antioquia lo oficializó mediante la Ordenanza N°6, aunque cometieron un error al atribuir la música a Vieco en lugar de Vidal, un desliz que aún hoy se recuerda.

Hoy, el himno se entona en estadios, actos públicos y celebraciones, convirtiéndose en un símbolo de orgullo regional. Como señaló el historiador Luis Carlos Rodríguez Álvarez en su artículo “Un himno, una historia: 100 años del Himno Antioqueño”, este canto es “el catecismo de la raza”, una obra que refleja el carácter de un pueblo.

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