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El Águila Descalza estrena museo y exponen allí la historia de Medellín

La tradicional sede del Teatro Prado será también un museo que se inaugura con la exposición MEDELLÍN 1900-1940.

  • La exposición empieza en la entrada, la casa es la pieza central. FOTO Camilo Suárez.
    La exposición empieza en la entrada, la casa es la pieza central. FOTO Camilo Suárez.
  • El Águila Descalza estrena museo y exponen allí la historia de Medellín
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  • El Águila Descalza estrena museo y exponen allí la historia de Medellín
  • El Águila Descalza estrena museo y exponen allí la historia de Medellín
Sara Kapkin

Tendencias

27 de julio de 2025
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Desde que la vieron por primera vez, Carlos Mario Aguirre y Cristina Toro soñaron con tener la casa que hoy es el Teatro Prado, pero parecía imposible, entonces pasaban caminando, y mirando desde afuera se imaginaban cuáles serían sus habitaciones, el teatro, cada cosa.

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“Nos fascinaba. Pasábamos por allí caminando y nos decíamos que tendría que ser nuestra algún día (...) Varias veces tratamos de entrar y siempre nos negaban el ingreso, solo queríamos conocerla, todavía no teníamos la capacidad económica para hacernos a ella. Con la llegada de País Paisa y el ingreso de dinero, pensamos seriamente en tenerla y un día nos aventuramos a preguntar”, cuenta Carlos Mario en Mucha Gracia, el libro donde recuerdan la historia del Águila Descalza.

Atravesaron la puerta de hierro de la entrada, que permanecía abierta, subieron las escalas, tocaron el timbre, un hombre se asomó y les dijo que la casa ya estaba vendida. Pero era mentira, tiempo después, al regresar de un viaje a Bogotá, mientras revisaban la prensa que se había acumulado se encontraron con el aviso de la casa en venta y al otro día llamaron a preguntar. La casa valía 36 millones y ellos tenían 1, con eso la pisaron y se hicieron por fin a la casa que desde entonces ha sido también su teatro.

Era 1988, la historia del Águila Descalza apenas empezaba, pero la de la casa ya era bastante larga. La casona de dos plantas y 2.300 metros cuadrados —incluyendo antejardines y solar— fue diseñada por el arquitecto Tulio Medina a petición de su hermano Heliodoro, un exitoso empresario textil.

Conocida como Palacio Medina o Castillo Cuba (pues está ubicada en la esquina de la calle Cuba con carrera Chile), la casa empezó a ser habitada por la familia Medina en 1918 y un año después, en 1919, ganó el concurso a la “Fachada más bella de Medellín”. Más adelante, fue usada como locación para la primera película colombiana, Bajo el cielo antioqueño, en 1925 la compró la familia Rodríguez y con ellos llegaron las leyendas, por años la gente creyó que la casa escondía un tesoro.

“En cada pared se había buscado el tesoro, en cada centímetro cuadrado del piso se había excavado buscando la supuesta guaca gigantesca de los Rodríguez, una familia de terratenientes, propietarios de fincas en el valle de Upar”, cuenta también Carlos Mario en el libro.

Pero ellos sabían que el verdadero tesoro era la casa, que ahora, además de teatro, será también un museo, y la exposición inaugural MEDELLÍN 1900-1940, la sitúa como la pieza central de la muestra.

“Esta casa fue construida a principios de siglo XX, en el auge de la industrialización de Medellín, cuando hubo un cambio de pensamiento. Se pasaba de una ciudad comercial a una ciudad industrial y había muchas transformaciones, empezaba a planearse la ciudad, el urbanismo, el ornato y una cantidad de cosas. Esta casa tiene una arquitectura específica que corresponde a todos esos procesos que se estaban dando en la ciudad, tanto económicos, como urbanísticos y estéticos, por eso la pieza de museo es la casa”, dice Juan Fernando Ospina, quien estuvo a cargo del montaje.

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La exposición recoge una colección de textos y fotografías que dan cuenta de la transformación de la ciudad a principios del siglo XX. Los primeros mapas, fotos panorámicas donde se ven muchas mangas y casas bajitas, de una sola planta, la llegada del ferrocarril y el desarrollo que vino con él, los primeros edificios y los incendios que aceleraron su construcción, el primer avión, los carros, las motos, las primeras fabricas, el directorio con los oficios de la época, los teatros, la gente, la moda y las costumbres de una ciudad cafetera que prefería tomar chocolate. La ciudad se extiende a lo largo de la casa; en cada habitación hay un momento clave del desarrollo de Medellín que apenas empezaba a tomar forma.

“Medellín es una ciudad pequeña y nueva. No hace muchos años que empezó a desarrollarse dentro de los modernos conceptos de urbanización. No tiene recuerdos históricos. Hay contados lugares de entretenimiento públicos. Comienza apenas un pequeño movimiento social que cambiará por otro más amable la vida afanosa y conventual que llevamos”, dice un texto de Ricardo Olano con el que empieza la exposición.

La casa es casi la misma, gracias a una juiciosa intervención se pueden apreciar los detalles arquitectónicos de su estilo Palladiano, sus zócalos y pisos en madera, sus columnas y techos decorados en yeso y laminilla de oro. La ciudad de las fotos parece que ya no existe, los edificios son cada vez más y más grandes y con ellos se ha llenado el paisaje, hay oficios que ya no se ejercen —armeros, boticarios, cocheros—, los intelectuales son otros y las formas de vestir son completamente distintas, aún así, Medellín es la misma, se conserva en el relato, en lo que dice de sí misma. Es el País Paisa. La famosa obra es el final de la exposición, pero el principio de la historia, porque esa obra les permitió a Carlos Mario y a Cristina comprar por fin la casa, y esa casa condensa la historia que cuenta la obra, la historia de la ciudad, de lo que somos.

“No es fácil transitar por el delgado territorio que separa el amor por una cultura de la crítica a sus características esenciales (...) se trataba de tocar los íconos, de llegar a la intimidad de los personajes más sencillos sin caer en la oda inútil, a una valentía desueta, a una sumisión, a una ramplonería, a una picardía que bordea la delincuencia y demás características recurridas por los reverenciadores de lo que incluso han llegado a llamar ‘raza antioqueña’. Había que llegar de alpargata y machete a mostrar un universo de guapos que cayeron en su propia trampa”, dice Cristina sobre la obra en el libro Mucha Gracia.

La obra y la exposición son un espejo. Eliodoro Medina quería que su casa fuera un palacio, pues él, que era un hombre prospero, se sentía como un rey. Hizo una casa enorme, en lo alto de una montaña, desde donde se divisa la ciudad. Mirando hacia adentro, la exposición permite ver el pasado, desde los balcones, se ve el presente.

“El Palacio de los Medina se insertó sin dificultad en la concepción de futuro del barrio Prado. Este fue el primer barrio burgués de la ciudad, lo que evidenció el desarrollo económico, arquitectónico y social de Medellín”, dice uno de los texto de la exposición.

La casa no es más un palacio, es un teatro y un museo. Ha dejado de ser un reflejo de la opulencia y la riqueza, para convertirse en espacio cultural, de encuentro. Es un esfuerzo más del Águila Descalza por la recuperación del barrio Prado.

El museo estará abierto al público de martes a sábado de 11:00 a. m. a 6:00 p. m. La exposición estará por tiempo indefinido. El trabajo de montaje fue liderado por Universo Centro con un equipo de museógrafos, arquitectos, historiadores, fotógrafos y escritores, y contó con el apoyo del Archivo Fotográfico de la Biblioteca Pública Piloto de Medellín.

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