Alfredo Arias se contuvo todo lo que pudo. Hizo una fuerza extrema para que el nudo que tenía en la garganta mientras estaba en la rueda de prensa posterior a la final que el DIM perdió ante Junior por penaltis (5-3), no se desatara. Por eso tomaba bocanadas de aire y hacía silencios prolongados antes de responder.
Tenía, en el rostro consternado, una expresión de tristeza profunda: los ojos bajos e hinchados, las cejas fruncidas y los labios de la boca pegados, como si quisiera contener las palabras. Su ánimo estaba sombrío. Se notaba que un dolor fuerte le atravesaba el pecho como si le hubiesen enterrado una espada.
“Tengo una tristeza (silencio con las cejas arqueadas), más que por mí, por la situación, porque si se hubiera dado de otra manera no me iba a doler tanto, pero todo el mundo hizo todo. Ahí estuvo el pueblo, del primero al último minuto alentando. A mis jugadores no les puedo pedir más: corrieron todos los balones, jugaron bien en los dos partidos, crearon varias situaciones de gol. Esta tristeza es por ver así a tanta gente que merecía este campeonato”, dijo el entrenador uruguayo, que dirige al DIM desde el 5 de julio de 2023.
El timonel uruguayo, que tiene 65 años, hizo un silencio largo. Pensó con la profundidad de un filósofo lo que iba a decir y luego lanzó una sentencia que le salió como un suspiro de alivio: “vine a esta sala porque es obligatorio. De haber podido, no hablaba. No tengo palabras para justificar el dolor que tienen mis jugadores y la gente alrededor. Qué voy a solucionar acá: nada”.
Un apasionado por el fútbol
Se acabó la rueda de prensa. Arias se paró de la silla. Se unió con el equipo de comunicaciones del Poderoso para salir del salón y cuando estaba cerca de llegar a la puerta no se pudo contener más: lloró con un sentimiento conmovedor para desahogar la pena que lo carcomía por dentro.
¿Por qué lo hizo, de dónde salió ese sentimiento? El profe es un apasionado por el fútbol. El frenesí que le despierta este deporte lo demuestra en cada partido, cuando dirige a sus jugadores con la disciplina de un director de orquesta y la exigencia de un militar.
Esa pasión surgió desde que era niño. Era diciembre de 1963. La familia Arias Sánchez vivía en Sangrilá, un balneario que queda a 15 minutos de Montevideo, la capital del país, al que la gente suele ir a veranear en la época de final de año, pero que en otras ocasiones suele ser poco concurrido, en el que tenían una tienda.
El 24, los padre del pequeño Alfredo, que tenía 5 años, le dieron un balón como regalo de navidad: “lo hicieron porque tenía pocos amigos y desde ahí, como todo niño en Uruguay, empecé a desear ser futbolista profesional. Es más, recuerdo que el primer dibujo que hice consciente fue un arco, el balón en la red y a mí con la camiseta número 9”.
Lo logró después de jugar el baby fútbol, la categoría en la que se forman los niños en Uruguay, hasta los 11 años. Después pasó a las divisiones menores del Club Nacional, uno de los grandes del balompié charrúa.
Debutó como futbolista profesional en 1976, cuando tenía 18 años. Fue un delantero destacado que jugó en Montevideo Wanderers, Liverpool de Uruguay, Real Jaén, Peñarol; Palestino, O’ Higgins, Huachipato, Trasandino de Chile y terminó su carrera en Tampico Madero de México.
Cuando estaba en territorio mexicano en 1987, pasando uno de los mejores momento de su carrera, se lesionó la rodilla. Se tuvo que retirar. Pasó 25 años rebuscándose la vida en una parrilla (asadero de carne) al que después le agregó una pizzería. En 2008 hizo curso de técnico.
En 2010 empezó a dirigir. Ha sido campeón en Uruguay (2014 con Montevideo Wanders y 2023 con Peñarol) y en Ecuador (2017 con Emelec). En Chile orientó, sin mucha suerte, a Santiago Wanderers y Universidad de Chile, y en Colombia a Santa Fe y Cali.
En 2024 espera conseguir con el DIM el título que le ha sido esquivo en Colombia.
La mejor campaña en torneos cortos
El DIM de Alfredo Arias no fue campeón, pero hizo una campaña importante en el segundo semestre de 2023. De los 28 encuentros que disputó (20 en el todos contra todos, 6 en los cuadrangulares y 2 en finales), solo perdió tres. Las caídas fueron ante Santa Fe, en la tercera fecha de la primera fase; Millonarios en la quinta jornada de las semifinales y Junior en la final de ida. En los restantes consiguió 16 victorias y 9 empates. Eso le dio un rendimiento del 67,85%, con el que superó el 65,2% que sumó la campaña de Leonel Álvarez en el 2009-2, cuando consiguió su quinto título liguero. Esto convierte al elenco del charrúa como el de mejor rendimiento en los torneos cortos, que se juegan desde 2002).