Buscar trabajo puede ser todo un reto, y más cuando las ofertas parecen hechas para un “candidato perfecto” que, en la práctica, casi nunca existe. Esa idea, que tanto reclutadores como aspirantes persiguen, suele generar frustración, ansiedad e incluso puede cerrar puertas a personas con muchísimo potencial.
Lo cierto es que la búsqueda del perfil ideal muchas veces termina siendo más limitante que útil, y puede hacer que tanto empresas como candidatos se pierdan oportunidades valiosas. Hay talentos que no cumplen con el 100% de los requisitos, pero sí tienen la actitud, las habilidades blandas y la disposición para aprender que realmente marcan la diferencia.
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Las habilidades blandas, una clave que pesa más de lo que parece
Pongamos un ejemplo: una persona con experiencia en distintas áreas, con buena comunicación, empatía y ganas de crecer, pero que no maneja aún una herramienta específica del cargo al que aspira. ¿Vale la pena que se postule? Sí, sin dudarlo.
Según Ferney de Jesús Vargas, psicólogo clínico y experto en procesos de selección, los reclutadores suelen enfocarse primero en los aspectos esenciales del cargo. Pero una vez cubiertos esos requisitos básicos, lo que realmente valoran es el potencial de la persona: su capacidad de adaptación, aprendizaje y trabajo en equipo.
“Estas habilidades sociales, emocionales y de comunicación no solo facilitan la adaptación a nuevos desafíos, sino que también indican la capacidad del candidato para aprender y desarrollar competencias específicas”, explicó Vargas.
Es decir, no tener todo lo que piden no te descarta automáticamente. De hecho, muchas competencias se pueden desarrollar con el tiempo, y en muchos casos, una buena actitud pesa más que la experiencia perfecta en el papel.
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La experiencia no siempre garantiza flexibilidad
Otro aspecto clave que resalta Vargas es que la experiencia acumulada puede ser un arma de doble filo. Si bien aporta conocimientos técnicos, también puede venir con rutinas difíciles de romper o resistencia a nuevas formas de trabajo. Por el contrario, quienes tienen menos experiencia suelen estar más abiertos al cambio, a innovar y a proponer ideas frescas.
“Hay requisitos que la persona en el proceso va a ir aprendiendo, y puede ejecutarlos incluso mejor que alguien con experiencia, que ya tiene su propia forma de trabajar y no siempre es la más funcional”, añadió.
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