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Por Armando Estrada Villa - opinion@elcolombiano.com.co
En edición del 4 de noviembre de 2025, el periódico El Tiempo tituló: “Cada día asesinan alrededor de 7 personas en hechos de intolerancia en Colombia: en 2025 van 2065 homicidios”. Por su lado, el rotativo El Colombiano, en edición del 5 de noviembre de 2025, rotuló: “Una sociedad intolerante: cerca de siete personas mueren a diario en riñas en Colombia”.
La causa de esta preocupante información y del elevado número de muertos que relatan estos medios de información, es la intolerancia con que se comportan muchos colombianos, la cual se pone de presente en la falta de respeto, aceptación y determinación para tolerar ideas, prácticas, creencias, opiniones y convicciones diferentes a las propias, en materia étnica, cultural, política, religiosa, deportiva y de orientación sexual, conducta que se manifiesta en irrespeto, rechazo, desprecio, discriminación y violencia de lo que no acepta el intolerante, lo que suele provocar agresiones, exclusión, riñas, conflictos, segregación social, heridos y hasta muertos, que puede escalar y generar conflictos sociales de magnitud. Constituyen ejemplos de intolerancia el fanatismo político, religioso, deportivo, el racismo, la homofobia, la xenofobia y el sexismo.
La intolerancia se sustenta y justifica por prejuicios y estereotipos de personas y grupos sociales. Entendido el prejuicio como el juicio, generalmente desfavorable, sobre otra u otras personas sin conocerlas realmente y el estereotipo como la creencia generalizada e inmutable acerca de un determinado colectivo de individuos o una ideología. La acción de prejuicios y estereotipos tiene por consecuencia la discriminación dirigida hacia grupos o personas por el hecho de que piensen, actúen o sean diferentes, suele llevar a la segregación, al insulto, la falta de respeto o a la agresión.
Los sujetos intransigentes se caracterizan porque en ellos abundan los prejuicios y estereotipos, son fanáticos, intransigentes, inflexibles y rígidos, discriminan a los distintos, no escuchan, no aceptan críticas, ni admiten otros puntos de vista, tienden a ser autoritarios y poseen un pensamiento dicotómico, esto es, que no encuentran término medio, es blanco o negro, bueno o malo. De esta manera, su comportamiento genera discriminación y violencia física y verbal que puede poner en riesgo la convivencia y la paz social.
Si la intolerancia es rechazar lo diferente y diverso, la tolerancia, que es su antídoto, es la capacidad de aceptar la diversidad y las diferencias y consiste en la cualidad o actitud del que respeta y consiente las opiniones, creencias y convicciones ajenas. Para el DRAE la tolerancia es el “Respeto a las ideas, creencias y prácticas de los demás cuando son diferentes o contrarias a las propias”, lo que significa disposición a convivir con creencias, opiniones y actitudes religiosas, políticas, sociales y deportivas que la persona desaprueba sin impedirlas ni atacar a quienes las practican. Por tanto, no es impotencia porque se tolera algo que la persona desaprueba cuando tiene el poder de cambiarlo, ni indiferencia porque tolera aquello que no le gusta.
La tolerancia es un requisito indispensable para el funcionamiento del Estado social de derecho en una sociedad pluralista como la nuestra, donde hay unas obligaciones generales determinadas por la Constitución en su articulo 95 y en las leyes, y un margen amplio de libre disposición para los comportamientos privados de todos los colombianos. De allí la necesidad de abordar tema de la intolerancia desde la educación, la cultura de paz, la resolución pacífica de conflictos y el respeto por la diversidad, y construir así un clima de tolerancia en que se den mejores condiciones para ejercitar los derechos de las personas, siempre y cuando se respeten los derechos de los demás.