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Colombia llora a Miguel Uribe

La política necesita más democracia y menos balas. Necesita que las diferencias se resuelvan en el debate y no en el cementerio.

hace 4 horas
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  • Colombia llora a Miguel Uribe

Por Daniel Duque Velásquez - @danielduquev

Duele mucho ser colombiano. Y duele más cuando la política, que debería ser el espacio de las ideas y el debate democrático, se convierte en un terreno minado donde la palabra se silencia con la bala. Hoy lloramos el asesinato de Miguel Uribe, un líder joven, valiente y comprometido, cuya vida fue arrebatada por la violencia que, una y otra vez, intenta dictar el rumbo de nuestro país.

Colombia sabe de estas tragedias. No es la primera vez que vemos caer a quienes aspiran a la Presidencia. Jorge Eliécer Gaitán en 1948, Jaime Pardo Leal en 1987, Luis Carlos Galán en 1989, Carlos Pizarro en 1990, Bernardo Jaramillo Ossa ese mismo año. Fuera de nuestras fronteras también se ha repetido esta tragedia: Luis Donaldo Colosio en México en 1994, Fernando Villavicencio en Ecuador en 2023. Ahora, en 2025, se suma Miguel Uribe, escribiendo otra página dolorosa en la historia política de América Latina. Podría decirse que somos, de lejos, la democracia latinoamericana más violenta.

Cada uno de estos asesinatos no solo apagó una vida, sino que golpeó la esperanza de millones de personas que creían en sus ideas y propuestas. Son heridas que no cicatrizan y que, como sociedad, deberíamos rechazar con una voz unánime, sin matices, sin excusas, sin cálculos políticos.

Hoy es el momento de expresar toda nuestra solidaridad con su familia, sus amigos, su equipo y con todos aquellos que lo acompañaban en su lucha política. No hay palabras que alivien un dolor así, pero sí hay un deber moral: no permitir que este crimen quede en la impunidad y, sobre todo, no permitir que el miedo sea quien decida por nosotros. Es muy difícil hablarle a mis estudiantes en las aulas de Ciudadanía y Democracia mientras vemos cómo asesinan candidatos presidenciales y líderes sociales, pero a pesar de estos hechos debemos insistir en que no podemos permitirles a los violentos que nos ganen la batalla. Como decía Jaime Garzón, “si ustedes los jóvenes no asumen la dirección de su propio país, nadie va a venir a salvárselos”. Hoy más que nunca, esa tarea es inaplazable, no podemos claudicar, debemos defender nuestra democracia, proteger nuestras instituciones y rechazar sin contemplación a los violentos que intentan someternos a través del miedo.

La política necesita más democracia y menos balas. Necesita que las diferencias se resuelvan en el debate y no en el cementerio. Que el poder de la palabra y las ideas sea siempre más fuerte que la violencia. Que podamos discrepar con respeto y competir con argumentos, sabiendo que al final del día todos compartimos el mismo país.

Hoy despedimos a Miguel Uribe con la tristeza de haber perdido un colombiano que soñaba con servirle a Colombia desde la más alta dignidad, y con el compromiso de que su muerte no sea un eslabón más en esta cadena de violencia que ha cobrado tantas vidas.

Porque la paz no es un discurso: es la defensa radical de la vida, incluso y sobre todo, de quienes piensan distinto.

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