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El juego de las etiquetas

La imagen de una balanza que suma en cada plato, a diestra y siniestra. La verdad es que las diferencias al interior de cada tendencia son notorias.

hace 14 horas
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  • El juego de las etiquetas

Por David E. Santos Gómez - davidsantos82@hotmail.com

La definición de los extremos políticos, en un mundo fragmentado y radical, es el resultado de un juego de intereses y conveniencia electoral. Es también la radiografía de un contexto territorial y de época. No es lo mismo la izquierda colombiana que la venezolana, ni la derecha de hoy en Estados Unidos que aquella que enfrentó el 11 de septiembre de 2001. La izquierda utiliza el término derecha como una acusación contra sus opositores y la derecha, a su vez, ve en la izquierda el cúmulo de todas las desgracias. Más que construcciones programáticas, el lenguaje político contemporáneo usa las categorías como adjetivos calificativos. Como señalamientos peyorativos. Como armas arrojadizas. Zurdo y facho. Nosotros y ellos. Los otros.

La historia del siglo XXI latinoamericano vivió en sus inicios la propuesta continental de una izquierda que, liderada en su discurso más radical por el socialismo del siglo XXI de Hugo Chávez, proponía una ampliación del Estado y que, con la compañía de Rafael Correa en Ecuador y Evo Morales en Bolivia, avanzó hacia la consolidación de un discurso de unidad. Más moderados Lula en Brasil o Bachelet en Chile o Mujica en Uruguay, fueron críticos del desvío que la propuesta tomó hacia gobiernos autoritarios, aunque acá, en Colombia, a toda la izquierda hemisférica se le encerró en la misma bolsa. En la derecha, minoritaria para entonces, se equiparó a Uribe primero con Santos y después con Duque y a ellos, a su vez, con Ricardo Martinelli o Enrique Peña Nieto o Mauricio Macri. Las diferencias eran obvias pero el maniqueísmo da réditos en las urnas. Construir enemigos es más fácil cuando se les elimina las diferencias.

Hoy, cuando los presidentes que se denominan de derecha son mayoría en el hemisferio, con Donald Trump y Nayib Bukele y Daniel Noboa y Javier Milei en el poder, las referencias hacia el grupo como una entidad monolítica, aparecen en todas partes. Ellos mismos, interesados en la popularidad que por momentos tienen sus discursos, se muestran como un grupo amigo. La minoría progresista intenta lo mismo con Sheinbaum, Petro, Boric y Lula. La imagen de una balanza que suma en cada plato, a diestra y siniestra. La verdad es que las diferencias al interior de cada tendencia son notorias. En la economía están muy lejos de parecerse Milei con su liberalismo radical y Trump con su proteccionismo extremo, o Sheinbaum y Lula con sus posturas respecto a la guerra comercial con Estados Unidos o Petro y Boric en su relación con el gobierno dictatorial de Nicolás Maduro en Venezuela.

La reflexión viene al caso porque nuestra campaña presidencial se encamina hacia una pelea sucia y violenta y en medio de la podredumbre de señalamientos sin fundamento, empiezan a salir etiquetas fáciles para eliminar al opositor. Es momento de estar alertas. Esta no es una disputa bipolar. En los detalles están las definiciones más importantes de las tendencias democráticas o antidemocráticas de aquellos que pretenden gobernarnos.

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