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El país que soñamos. Educación con resultados

Las universidades públicas y privadas, deberían plantearse, como prioridad, ser motores de esta tarea transformadora.

hace 4 horas
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  • El país que soñamos. Educación con resultados

Por Juan Manuel Del Corral - opinion@elcolombiano.com.co

Si hay una causa capaz de unir a Colombia por encima de cualquier diferencia, es la educación de nuestros niños. Ahí se juega no solo el futuro individual de millones de estudiantes, sino el destino colectivo del país; sin embargo, continuamos atrapados en debates interminables, mientras los resultados no mejoran al ritmo que necesitamos.

Colombia no necesita más discursos sobre educación; requiere una verdadera revolución educativa centrada en la alta calidad, la equidad y los buenos resultados. Una revolución que no sea ideológica, sino práctica; que no se mida por anuncios ni buenas intenciones, sino por aprendizajes y que tenga al estudiante como un verdadero propósito.

El primer paso sería plantearnos un desafío nacional por la calidad educativa. Metas ambiciosas, claras, comprensibles y medibles; que todos los niños aprendan a leer y a comprender bien a temprana edad; que antes de llegar a la adolescencia dominen las matemáticas básicas y las bases fundamentales de la ciencia; que ninguna entidad educativa opere sin internet y sin las herramientas pedagógicas modernas.

Tenemos que abrir el sistema educativo a modelos que ya funcionan. Existen colegios públicos, privados y de fundaciones que logran resultados sobresalientes en contextos difíciles. Es hora de que esos colegios “estrella” acompañen uno a uno con mayores rezagos, compartiendo prácticas, liderazgo pedagógico y gestión. Eso se llama solidaridad y compromiso.

Las universidades públicas y privadas, deberían plantearse, como prioridad, ser motores de esta tarea transformadora. Su conocimiento, experiencia y liderazgo académico son un activo muy valioso para contribuir al éxito del proyecto. La alianza universidad, empresa, estado ha mostrado grandes beneficios en otros campos y debería aprovecharse para potenciar, aún más, esta exigente y prioritaria tarea.

El modelo estadounidense de donaciones particulares a los centros educativos con incentivos fiscales fuertes, podría servir de ejemplo para que personas naturales y jurídicas se vinculen de forma masiva y permanente a un proyecto de país por la calidad y cobertura de la educación, que generaría sentido de pertenencia y reputación a donantes.

La tecnología debe convertirse en una aliada primordial. Hoy existen plataformas educativas, tutorías virtuales, contenidos interactivos y modelos híbridos que han demostrado su eficacia en muchos países. Usar estas herramientas no es un lujo, es una forma concreta de llevar oportunidades a donde nunca han llegado. Con tecnología bien utilizada, un buen maestro puede impactar a muchos más estudiantes y de forma simultánea, y un niño de familia de escasos recursos, puede acceder al mismo conocimiento que uno de cualquier ciudad.

Nada de esto será posible sin indicadores claros, oportunos y transparentes. La educación necesita métricas que muestren avances reales, progreso del estudiante, permanencia, mejora continua, convivencia y bienestar. Medir es aprender, corregir y avanzar.

De esta forma, los maestros y directivos deben ser protagonistas de la transformación. No se trata de criticarlos, sino de formarlos, apoyarlos y reconocer su desempeño. Un sistema moderno debe ofrecer incentivos por resultados, acompañamiento continuo y oportunidades de crecimiento profesional. La autoridad del educador se fortalece cuando su impacto es visible y valorado.

También debería ser parte de este nuevo concepto, que los padres pudieran escoger el colegio para sus hijos; en muchos países esto es una práctica habitual; el Estado entrega el dinero a la escuela elegida por ellos, con lo cual los padres asumen un nivel de compromiso mayor. Cuando las familias tienen esta libertad, la calidad se hace visible y todo el sistema mejora.

Colombia tiene un activo inmenso que debe aprovechar plenamente; su capital humano solidario. Maestros jubilados, profesionales retirados, universitarios y jóvenes con vocación de servicio, podrían integrar un gran movimiento nacional de voluntariado educativo para tutorías, mentorías y acompañamiento, colegio por colegio. Una revolución educativa también se construye con generosidad. Educar bien es el acto mayor responsabilidad social.

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