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“El país que soñamos”: Un propósito posible de construir

Soñar con un país donde un hospital rural tenga los mismos estándares de una clínica privada; donde la infraestructura llegue a regiones que han estado en la sombra.

10 de agosto de 2025
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  • “El país que soñamos”: Un propósito posible de construir

Por Juan Manuel del Corral - opinion@elcolombiano.com.co

Hace unos días compartí en estas páginas una visión del país que soñamos y esto me ha permitido conversar con muchas personas, que de manera espontánea me expresaron opiniones; unas piensan que es posible si nos unimos, otras que sería muy esperanzador, otras que estarían dispuestas a intentarlo, pero hubo otras que dijeron de forma sincera que era una utopía.

En el fondo, todas tienen razón, de ahí que la mejor forma de probarlo es intentarlo, haciendo el esfuerzo colectivo, entendiendo que no es tarea fácil ni simple, porque no se trata de una fórmula que pueda aplicarse. Es una expresión sincera y auténtica. Una declaración de valores y principios de sana convivencia. Un anhelo colectivo de creer en Colombia desde lo esencial: la palabra, la integridad, la educación, la equidad, la confianza.

Quiero invitarlos a imaginar, con argumentos, cómo sería ese país, si cada uno de esos principios se volviera realidad, porque soñar es una forma de planear y cuando compartimos un propósito somos capaces de alcanzar lo imposible; escribo como ciudadano y empresario y no como aspirante a ningún cargo público. Partimos de cinco ideas claves:

La educación, motor de equidad, inclusión y oportunidades. Solo con educación de calidad, desde la primera infancia hasta la universidad, romperemos los círculos de pobreza que se heredan por generaciones. La educación no solo es conocimiento: es movilidad social, autonomía, libertad de pensamiento crítico.

Donde la integridad no sea una excepción. La integridad, cuando es colectiva, tiene un poder transformador, porque crea confianza, reduce costos, multiplica alianzas y libera energías productivas, hoy atrapadas en la desconfianza y lamentablemente nos lleva por el camino de la corrupción, otro capítulo doloroso, creciente e inaceptable, que se lleva buena parte de los recursos públicos y genera crisis de confianza en algunas instituciones.

Lo público al servicio de quienes más lo necesitan. Lo público debe ser sinónimo de dignidad, no de abandono. Soñar con un país donde un hospital rural tenga los mismos estándares de una clínica privada; donde la infraestructura llegue a regiones que han estado en la sombra; donde el Estado mire primero a los vulnerables y no solo a influyentes y poderosos. Es la base de una verdadera democracia.

El trabajo honrado es digno y debe tener reconocimiento. Hay que respetar y apoyar al agricultor, al médico, al maestro, a la ama de casa, al reciclador, al emprendedor, al conductor, representan un valor social. Recuperar la dignidad del trabajo es clave para reconstruir el tejido productivo, devolver sentido a la economía y ofrecer un camino distinto a la violencia o a la ilegalidad.

Conversar y disentir sin destruirnos. El desacuerdo no debe ser motivo de odio, burla, ni desprecio, ni de darnos la espalda. En el país que soñamos, la diferencia es fuente de riqueza, no de conflicto. Y la política no es campo de batalla, sino el deseo por encontrar soluciones compartidas.

Este país que soñamos, aunque hoy parece utópico, no lo es. Todo empieza por reconocer que el cambio no depende de un solo líder, ni de una ley, ni de una elección. Depende de cada uno, de lo que hacemos, de cómo lo hacemos, de lo que decimos, exigimos y toleramos.

Tengo la convicción de que este sueño puede hacerse realidad; pero no será obra de un decreto, ni de “likes” o “caritas felices”, sino el fruto de la participación de todos. Otros países lo han hecho. Corea del Sur pasó, en una generación, de la pobreza extrema a ser potencia tecnológica y educativa. Singapur, sin recursos naturales, apostó por la transparencia, el talento y la eficiencia, y hoy es ejemplo mundial. Chile, Irlanda, Estonia. Todos cambiaron su destino cuando apostaron por la educación, la institucionalidad y el bien común.

La desigualdad y falta de oportunidades para muchos compatriotas hoy en Colombia es enorme, pero es nuestra oportunidad si trabajamos unidos con la convicción de que lo vamos a lograr.

“Un país donde nadie tenga que rogar por dignidad”. Un país posible. Yo también, como ustedes, sueño con ese país.

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