Pico y Placa Medellín

viernes

3 y 4 

3 y 4

Pico y Placa Medellín

jueves

0 y 2 

0 y 2

Pico y Placa Medellín

miercoles

1 y 8 

1 y 8

Pico y Placa Medellín

martes

5 y 7  

5 y 7

Pico y Placa Medellín

domingo

no

no

Pico y Placa Medellín

sabado

no

no

Pico y Placa Medellín

lunes

6 y 9  

6 y 9

Quédense, que esto se compone

hace 2 horas
bookmark
  • Quédense, que esto se compone

Por Mateo Castaño Sierra - @matecastano

A finales de los años noventa, un comercial de televisión resumía el sueño colombiano en tres palabras: “carro, casa y beca”. Pero hoy, a juzgar por las cifras de emigración, ese sueño ha cambiado. Ahora es: “inglés, visa y trabajo afuera”. Y no es una exageración. Entre 2022 y el primer semestre de 2025, más de 1.5 millones de colombianos han salido del país. Eso equivale a más de 1.400 personas al día. Una realidad demasiado dolorosa como para ignorarla. ¿Será posible construir un sueño colombiano que implique, precisamente, quedarse a vivir aquí?

Colombia ha sido históricamente un país de emigrantes, salvo entre 2015 y 2020, cuando acogimos con generosidad a más de dos millones de venezolanos. Pero fuera de ese paréntesis, siempre hemos enviado más personas de las que recibimos. Lo que ha cambiado ahora es la magnitud: antes de la pandemia emigraban unos 150.000 colombianos al año. Desde 2022, esa cifra supera los 500.000 anuales. ¿La razón? La conocemos todos.

Algunos podrían pensar que este fenómeno es positivo. Después de todo, los emigrantes envían remesas. Y sí, están en máximos históricos. En 2025 alcanzarán los 15.000 millones de dólares. De hecho, en julio de este año superaron al petróleo como la mayor fuente de divisas del país. Pero como dice un poema africano: “Nadie abandona su hogar a menos que su hogar sea la boca de un tiburón”. Las remesas alivian el golpe, pero no lo justifican. Y todos los países donde las remesas pesan tanto —Honduras, Guatemala, El Salvador— comparten una misma condición: la pobreza. Ese no es el club al que Colombia debería aspirar.

Lo más preocupante es a quiénes estamos perdiendo. Nuestra riqueza más valiosa: el capital humano. Según Migración Colombia, el perfil promedio del emigrante es un hombre joven, de entre 25 y 30 años, con educación universitaria, de clase media, que se va a Estados Unidos, Europa o Australia. Es decir, gente con formación, energía y proyectos. Más allá de la retórica antiinmigrante, esos países están felices de recibir nuestro mejor talento. Y gratis. Ronald Reagan —uno de esos republicanos decentes que ya no se ven— lo expresó así: “Estados Unidos lidera al mundo al nutrirse de una fuerza que viene en forma de la mejor gente proveniente de todos los países del mundo”. Esa fuerza, que hoy es de ellos, ayer era nuestra. You’re welcome, gringos.

Mentí. Les dije: “Quédense, que esto se compone”. Pero la verdad es que no sé si se compone. Quiero creer que sí. Lo que sí tengo claro es que nadie va a hacerlo por nosotros: ni la OCDE, ni la ONU, ni ninguna sigla. Solo los colombianos —los que se fueron y los que nos quedamos— podemos hacerlo. Tal vez ayude ver esto con otros ojos: los países a los que emigramos han sido, durante el 95% de su historia reciente, más pobres que la Colombia de hoy. Si ellos pudieron, nosotros también.

Yo también emigré. Y volví —para colmo— en junio de 2022 (aquí pueden insertar risas). Volví creyendo en una frase que leí hace poco: “Debemos confrontar la brutalidad de los hechos sin perder la convicción de que al final prevaleceremos”. Porque prevaleceremos. Para que el nuevo sueño colombiano sea, simplemente, quedarnos.

Sigue leyendo

Regístrate al newsletter

PROCESANDO TU SOLICITUD