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El “mecanismo” de Petro

Petro está dedicado de tiempo completo a una estrategia para mantener el poder, ya sea a nombre suyo o por interpuesta persona. El 1 de mayo fue el banderazo de la nueva versión del “estallido social”.

04 de mayo de 2025
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  • El “mecanismo” de Petro

La marcha del 1 de mayo fue una especie de banderazo de la nueva versión del “estallido social” que Gustavo Petro está tratando de reciclar para poder mantener el poder en 2026. Y no es que estemos diciendo que él se va a quedar en la Presidencia, le creemos cuando dice que se aburre en la Casa de Nariño. Aunque, en medio de la embriaguez del poder, tampoco se puede descartar que algún día le notifique al país que cambió de idea y quiera quedarse.

Pero más allá de especulaciones, lo cierto es que Gustavo Petro está dedicado de tiempo completo a una estrategia para mantener el poder, ya sea a nombre propio o por interpuesta persona. No de otra manera se explica el hecho de que, a pesar de las preocupantes crisis que vive Colombia, el Presidente las desconozca olímpicamente y dedique su discurso del 1 de mayo, su tiempo y el de su gabinete para agitar una consulta popular, que no solo es innecesaria —pues muchas de sus propuestas ya están en la ley o en proyectos que cursan en el Congreso— sino que distrae de las verdaderas urgencias nacionales.

El libreto no es nuevo. Todo indica que Petro ha desempolvado el manual del “estallido social” de 2022 o al menos se ha puesto a repasar las fórmulas que le resultaron exitosas hace cuatro años para llegar a la Casa de Nariño y lograr gran tajada de curules en el Capitolio.

En ese entonces tenían que encontrar un detonante y el proyecto de reforma tributaria del ministro Alberto Carrasquilla les cayó como anillo al dedo. Esta vez identificaron el detonante en la negativa del Congreso a la reforma laboral. Pero no nos engañemos, y para tranquilidad de los protagonistas, si no hubiera sido este el motivo habrían encontrado cualquier excusa para activar “el mecanismo” que produjo el “estallido” y se tradujo luego en votos.

Por ejemplo, si Iván Duque hubiera promovido el impuesto al mecato como el que introdujo Petro tal vez el detonante del “estallido” no hubiera sido la tributaria si no la defensa de los chitos y el salchichón.

Ya con el tema de batalla, la segunda fase del “mecanismo” es la movilización. Y otra vez se usa el mismo modus operandi: hace cuatro años, el 28 de abril del 2021, se dio la primera gran movilización del “estallido social”. Igual que como ahora, intentan sacar a la gente a las calles un año antes de las elecciones al Congreso. En ese entonces se mantuvieron las protestas a lo largo de mayo, tal y como ha querido Petro ahora al pedir que sigan las marchas en los campos.

Habrá quien pregunte ¿por qué si antes las protestas eran para atacar el Estado, cómo le puede funcionar el mismo “mecanismo” ahora que es Gobierno? Tal vez lo que busca Gustavo Petro es construir la narrativa y poner a hablar al país de ella: según la cual, hay unos empresarios ricos y malvados que no quieren pagar horas extras y obligan a trabajar más horas de las permitidas. Por supuesto no importa si es cierto o no, o si es una exageración, lo que pretende Petro es imponer esa agenda temática a la opinión pública y acallar los gravísimos problemas de corrupción de sus allegados y de su gobierno, así como sus escándalos personales.

La habilidad que ha demostrado Petro para la propaganda es tal que mientras el país arde en cinco frentes de violencia, mientras hay un plan pistola en marcha contra policías, mientras vivimos la crisis de medicamentos más grave de los últimos 30 años y mientras los mercados internacionales le sacan tarjeta amarilla al país por sus finanzas, Petro logra bajarles el volumen a todos esos escándalos y pone a hablar al país sobre horas extras y horarios laborales.

Y cuando la cosa se pone difícil llama a Juanpis a que le haga una entrevista -gran entrevista- en la que hasta el peor cuestionamiento en su contra termina banalizado por el humor. Y si nada de eso funciona saca del bolsillo el libreto de “Golpe de Estado” con lo cual arrincona a quien intenta hacer cumplir el mandato de las instituciones.

La tercera fase del “mecanismo” es la estrategia de redes sociales. La guerra de la nueva época para quedarse con el poder es una guerra de narrativas. Los bandos en contienda ya no disparan bayonetas, ni fusiles, ni asaltan a las instituciones, sino que con ataques masivos en redes sociales atacan la credibilidad de ciertos líderes para tratar de imponer su narrativa única.

En el “estallido social”, vimos, por ejemplo, como hasta a los artistas los presionaron o callaron a punta de mandarles hordas de bodegas. Ahora, con el músculo financiero del Estado, han creado un aparato de propaganda que incluye el sistema de medios públicos, decenas de contratistas pagos, cuyo único mérito es tener seguidores en sus redes sociales y su único trabajo es atacar a los opositores del Presidente, e incluso existen cuentas anónimas, posiblemente bots, con más de 400 mil seguidores que hablan a favor del gobierno. Es decir, una especie de francotiradores encapuchados, que no dan la cara y no rinden cuentas a nadie.

De hecho, Gustavo Petro también hace alarde de sus 8 millones de seguidores en X. Sin embargo, llama la atención, que a pesar de la fe que le tienen a las redes y a los medios públicos, Petro ha decidido tomarse también los canales privados para sus largas alocuciones.

Gustavo Petro, en últimas, utiliza “el mecanismo” para armar la plataforma política de su movimiento para las elecciones de 2026. En el caso de la reforma tributaria, el petrismo ganó el pulso de la opinión. ¿Ganará o está ganando el pulso con la reforma laboral?

Llamar a consulta popular sobre cualquier proyecto que niegue el legislativo es un mal precedente. Las reformas no deben ser discutidas en las calles. O si no ¿para qué hacemos cada cuatro años el ejercicio de elegir congresistas? Si todo se va a definir en las calles, mejor comencemos por decir de cuántos millones de personas debe ser una manifestación para aprobar una ley.

La consulta popular, bajo estas condiciones, no es una herramienta democrática: es un plebiscito camuflado, financiado con recursos públicos y legitimado con la movilización.

No se trata solo de una maniobra política. Es una disputa por el sentido de la democracia: ¿es el poder un instrumento al servicio del bien común o una herramienta para imponer una visión única? ¿Debe el ciudadano confiar en las reglas del juego institucional o resignarse a que el poder dependa de quién moviliza más gente?

Petro ha demostrado gran pericia en dominar la escena pública. Pero ya no sorprende: su “mecanismo” está expuesto. Lo conoce la ciudadanía, lo entienden los medios, y lo empiezan a identificar quienes la primera vez cayeron con cierta ingenuidad en las redes del “mecanismo”.

En tiempos de propaganda, pensar sigue siendo el acto más revolucionario.

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