A María José Pizarro le gusta saludar con gran entusiasmo en la voz y despedirse con un abrazo. Tiene 47 años, perdió a su papá cuando tenía 12 y en su juventud trató de huir de la política.
Estudió artes plásticas, se hizo mamá a los 22 años y tuvo que salir del país exiliada en varias ocasiones. Decidió regresar y –desde hace ocho años– es una de las voces más reconocidas de la izquierda en el Congreso. Ahora se propone un desafío mayor: llegar a la Presidencia de Colombia.
Tenía apenas doce años cuando escuchó una noticia que marcó para siempre su vida: su padre, Carlos Pizarro Leongómez, último comandante del M-19 y candidato presidencial, había sido asesinado.
Ocurrió el 26 de abril de 1990 en un vuelo que cubría la ruta Bogotá-Barranquilla.
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Gerardo Gutiérrez Uribe se coló en el avión con una cédula falsa. Esperó a que se apagara la señal del cinturón. Fue al baño y regresó con una subametralladora. En 2010, el crimen fue declarado de lesa humanidad.
Han pasado 35 años. María José se convirtió en senadora y es una de los 10 precandidatos a la Presidencia por el Pacto Histórico. Asegura que Colombia solo podrá sanar si es capaz de mirarse a los ojos y reconocerse en sus fracturas.
En diálogo con EL COLOMBIANO habló de su vida, los retos políticos y de su visión de país de cara a las elecciones del próximo año.
¿Cómo fue vivir su situación de orfandad por su padre asesinado?
“Tenía doce años cuando asesinaron a mi papá. Nací en 1978, justo cuando Julio César Turbay estaba en la Presidencia con el Estatuto de Seguridad. A mis padres los detuvieron siendo yo muy chica. Entonces, también en los primeros años de mi vida los visitaba cuando estaban en el consejo verbal de guerra. Fui exiliada política a los 7 años.
Las decisiones que tomaron mis padres fueron en la actividad política. Claro, en su época, que es distinta a la mía, desde un movimiento insurgente. Pero las discusiones eran esas en el hogar y eso definió completamente mi vida”.
¿De eso qué le queda?
“Tengo un compromiso profundo con la democracia y con la paz. Decidí la paz como un camino de vida.
He dedicado veinte años de mi vida a la realización de documentales, exposiciones y libros para reivindicar la historia de mi padre: construir un padre para guardarlo dentro de mí. Pero además he construido con otras organizaciones de víctimas un trabajo de memoria y construcción de paz”.
Su papá era compañero de lucha de Gustavo Petro. ¿Usted conoció desde pequeña al presidente Petro?
“Mi padre y Gustavo Petro tenían una diferencia etaria de más o menos diez años. El presidente Petro era un joven militante cuando se desmovilizó”.
Su padre hoy sería un anciano...
“Él nació en 1951, tendría 74 años”.
¿Entonces usted no conoció a Petro antes?
“Cuando él era alcalde de Bogotá yo estaba en el Centro Nacional de Memoria Histórica y tuve algunas conversaciones con él por un documental que estaba realizando. Después, en 2018, lo conocí por mi trabajo por la paz y la memoria”.
A usted le tocó salir del país, ¿en qué países estuvo en el exilio?
“Tuve que salir del país por amenazas en el 2002. Me fui a España, llegué allá con una niña chiquita de un año y medio. Fui mamá muy joven. Ahora soy madre de dos hijas. Estuve allá ocho años y tomé la decisión de regresar en 2010”.
El país le arrebató a su papá, ¿por qué decidió regresar?
“Decidí el camino de la reconciliación, sentía que tenía mucho que aportar.
Esa fue una época muy especial. Surgía el Movimiento Nacional de Víctimas. Estábamos en esa contienda electoral que finalmente ganó Juan Manuel Santos en el 2010”.
¿En qué momento decidió dejar su carrera como artista para dedicarse a la política?
“A mi regreso, conversé y trabajé mucho con organizaciones de víctimas como las Madres de Soacha, las víctimas de Bojayá, de los Montes de María, del Cauca, inclusive con la memoria del exilio, que es una memoria de la que se habla muy poco.
En todos esos años fui construyendo la decisión de reconciliarme con este país, de sentir que la Colombia que me había quitado tanto me podía entregar mucho y hoy me siento reparada a mí misma.
Yo siento que Colombia me ha retribuido y me siento feliz de poder aportar desde mi mirada a la construcción de la democracia”.
¿No siente que hoy estamos menos reconciliados que antes?
“Sí, lo siento y es un terrible pesar. Creo que echamos un poco la rueda del tiempo atrás y la responsabilidad que tenemos es empujarla hacia adelante. Yo creo que podemos construir una nación que sea capaz de mirarse a los ojos de una manera diferente.
Hay que entender que siempre van a existir diferencias. No somos iguales, no somos homogéneos, pero tenemos que tramitarlas de una manera distinta y nuestras formas son diferentes”.
¿Cree que el Presidente se ha equivocado en esa tarea de reconciliación?
“Creo que todo el mundo tiene que asumir sus responsabilidades. Petro, por supuesto, tiene una, porque es el Presidente de la República. Pero lo que hemos vivido en los últimos tiempos ha sido un escenario que definitivamente deberíamos haber superado. Yo veo que aquí se amplifican más las voces que fomentan el odio y fomentan la división que las voces que fomentan la unión”.
Pero es que el Presidente pareciera que fomentara el odio y es el jefe de Estado...
“Hay una responsabilidad y les cabe también a todos aquellos que están alimentando la violencia de manera constante en este país. Porque los discursos de odio se traducen en ejercicios de violencia verbal y en un país armado como el nuestro, eso es profundamente peligroso”.
¿Tiene fe en la nueva generación de liderazgos?
“Soy una mujer de izquierda, defiendo mi lugar político y la visión de país que tengo. No me escondo en mis ideales, ni en mis posturas.
Lo he defendido durante siete años de cara al país y la gente ha visto los momentos en los que han tenido una mujer dialogante, capaz de establecer puentes de comunicación. Lo hago con toda tranquilidad, pero cuando tengo que defender mis posturas con contundencia, lo hago. Y de eso se trata, de ser absolutamente claros hacia el país. Hay principios que uno no pierde y uno no puede perder la honestidad y la coherencia”.
Dentro del Pacto Histórico hay una baraja de diez precandidatos y algo que se destaca es que son cinco mujeres, ¿cómo ve el rol de la mujer dentro de su coalición?
“Nosotras hemos construido liderazgos sólidos y capaces, y hemos demostrado capacidad para liderar nuestras agendas y para defender nuestro proyecto político sin ningún problema, sin entrar en escándalos, sin entrar en controversias innecesarias, sencillamente defendiendo nuestras posturas y defendiendo el proyecto político por encima de cualquier otra consideración”.
Las reglas del Pacto Histórico establecieron que solo el segundo en votación en la consulta de este 26 de octubre puede aspirar al Senado. Si usted no queda, ¿correrá el riesgo de cerrar su carrera en el Congreso?
“Cuando uno asume las normas del juego tiene que respetarlas. Por ahora eso es lo que se ha definido. Pero hoy la decisión no es solamente nuestra. Hoy la decisión también está en manos del Consejo Nacional Electoral”.
¿Por qué?
“El Consejo Nacional Electoral tomó una decisión importante porque nos dice que reconoce la personería jurídica a Progresistas (movimiento que se escindió del partido MAIS para caminar hacia la fusión de varios partidos de izquierda en uno único: que sería el Pacto Histórico). Sin embargo, es un reconocimiento condicionado a que el MAIS pueda solventar los procesos sancionatorios que hay en su contra”.
¿Entonces ese es un riesgo para su participación en la consulta?
“Sí, porque me están condicionando a elementos que son exógenos. Yo no tengo responsabilidad alguna por los procesos sancionatorios. Lo cierto es que no se me pueden vulnerar los derechos políticos, a elegir y ser elegida”.
Daniel Quintero, exalcalde de Medellín, se subió al bus de la consulta del Pacto, ¿está dispuesta a cargarle la maleta en caso de que él se imponga en la consulta?
“Daniel Quintero tiene que aclararle al país, pero también al progresismo, si existen o no méritos para las investigaciones o las imputaciones que tiene. Yo no voy a responder, no me corresponde. Es responsabilidad de él y él es el que tiene que aclararle al país.
La candidatura del Pacto Histórico tiene que sumar antes que dividir. Quien participe no puede utilizar la consulta para el beneficio personal, sino que tiene que utilizarla con el objetivo de garantizar una segunda etapa de un gobierno progresista”.
Uno siente que se van a dividir los votos de la izquierda –de personajes fuertes como usted, Iván Cepeda y Gustavo Bolívar– con Daniel Quintero que se metió por la mitad y tiene posibilidades de convertirse en el candidato del Pacto Histórico, ¿están dispuestos a que él sea su representante?
“Hay liderazgos que están surgiendo. Ya no es una conducción, digamos, como ha sido la tradicional de caudillismos muy fuertes, sino que empiezan a aflorar distintos liderazgos con matices diferentes que, por supuesto, hoy están en competencia y yo creo que eso es positivo. Ahora, ¿cómo lo vamos a dirimir? Eso es algo que tendremos que definir internamente”.
Hay un pecado capital de los políticos y es que, una vez están en el poder, se olvidan del contexto y la realidad de las personas. Le pasó al presidente Petro cuando insinuó que la gasolina era un lujo de los ricos, ¿qué va a hacer para mantener la coherencia?
“Yo sé de dónde vengo. Yo soy una mujer que se ha tenido que formar a sí misma. Soy una mujer que ha limpiado casas, que ha cuidado niños, que ha sido vendedora ambulante, que tiene una trayectoria propia más allá de la historia política de mi padre. Y eso me pone un horizonte. Tenemos que tener un blindaje para los privilegios porque es muy fácil perderse en las mieles del poder”.
Cuéntenos un poco de esa historia como vendedora ambulante.
“Estaba adolescente y entrada en mi juventud. Colombia me dolía demasiado y decidí irme a viajar por este país y luego por todo Suramérica y sobrevivir única y exclusivamente de lo que hacían mis manos. Así que tuve que vender en las calles lo que hacía para sobrevivir”.
¿Y ya con bebé a bordo?
“No, yo tuve a mi hija después. Pero a los 24 años tuve que migrar a 10.000 kilómetros de aquí. Allá en España tuve que salir adelante como lo hace cualquier migrante en el mundo. Trabajé limpiando casas, trabajé cuidando niños, inspeccionando contenedores, trabajé en la hostelería, todo lo que pude para sobrevivir esos ocho años, para sacar a mi hijita adelante y lo logré. Construí un proyecto de vida”.
Permítame dar un giro. Vemos el recrudecimiento del conflicto en regiones como el Bajo Cauca, el Catatumbo y el Cauca. ¿qué conversación propone frente a los temas de seguridad y paz?
“La política de paz en un país como Colombia, que tiene décadas y décadas de conflicto armado, no es potestativa y no podemos proscribir la palabra paz de nuestras discusiones políticas. Tiene que seguir allí presente. Por otro lado, la política de seguridad hoy requiere una revisión urgente y yo he propuesto un pacto de Estado por la seguridad. Esto implica que al más alto nivel nosotros discutamos cuál es la política de seguridad que requiere Colombia para el siglo XXI”.
¿Cómo?
“Hoy hemos entrado al tercer ciclo de la violencia en Colombia y esto requiere una atención inmediata. Tenemos que amalgamar nuestras visiones: la visión de la derecha de solucionar todo a muy corto plazo, hay que recoger lo que es necesario para garantizar condiciones fácticas de seguridad. Pero también tenemos que traer la mirada de largo plazo de los sectores democráticos de izquierda que proponen solucionar las condiciones estructurales que han llevado a millones de jóvenes a la violencia. Y esto tenemos que tener un diálogo urgente, porque el problema es que en medio sigue estando la gente como lo ha estado en todos los periodos de conflicto armado en nuestro país”.
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mujeres integran las lista de precandidatas por el Pacto Histórico.
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