Con el eco de los aplausos, aun resonando en la plaza del santuario agustino de la Virgen del Buen Consejo, el papa León XIV completó su primera salida pública como sumo pontífice del catolicismo en el mundo.
Un viaje a Genazzano, a 50 kilómetros en las afueras de Roma, que no solo evidenció la devoción personal del nuevo líder de la Iglesia católica, sino que también trazó una línea entre su pasado y el inicio de su pontificado.
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La visita, catalogada como “privada” por el Vaticano, se transformó en un encuentro multitudinario. Cientos de fieles se congregaron para recibir al papa, quien llegó poco después de las 4:00 p.m. (hora Italia), en un sedán oscuro, mostrando una cercanía que contrastaba con la solemnidad del momento.
El santuario, custodiado por la Orden de San Agustín, alberga una imagen venerada de la Virgen, que cuenta con un vínculo que León XIV ha cultivado a lo largo de su trayectoria eclesiástica.
Dentro del templo, el papa saludó a los religiosos y se sumergió en la oración, primero frente al altar y luego ante la imagen de la Virgen, donde, junto a los presentes, recitó la plegaria de Juan Pablo II a la Madre del Buen Consejo.
Tras el Ave María y la Salve Regina, León XIV dirigió unas palabras a los fieles, tanto dentro como fuera del santuario: “He deseado mucho venir aquí en estos primeros días del nuevo ministerio que la Iglesia me ha confiado, para llevar adelante esta misión como Sucesor de Pedro”, sostuvo.
El papa recordó su visita al santuario tras su elección como Prior General de la Orden de San Agustín y su decisión de “ofrecer la propia vida a la Iglesia”. Además, reiteró su “confianza en la Madre del Buen Consejo”, invocando la guía de María con las palabras del Evangelio de Juan: “Haced lo que Él os diga”.
Un encuentro privado con la comunidad del santuario cerró la visita, dejando a los fieles “emocionados” por la presencia del nuevo papa, un hombre que, según los medios locales, ha visitado este lugar en cada hito importante de su vida.
Mientras tanto, en el Vaticano, León XIV se reunió con los cardenales, dialogando sobre los desafíos de la Iglesia, temas que ya habían sido discutidos antes del cónclave.