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Perder a alguien

hace 7 horas
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  • Perder a alguien

Por Carlos Enrique Cavelier - opinion@elcolombiano.com.co

A las víctimas de Cali y de Amalfi.

La gran mayoría de personas adultas hemos perdido a alguien con enorme pesar y tristeza. En general se van los abuelos o los padres, a veces jóvenes para lo que son hoy las edades de partida, y eso no deja de golpearnos.

Pero perder a alguien muy joven en circunstancias absurdas como un accidente o como lo describe con enorme tesón y entereza Piedad Bonnet en su libro “Lo que no tiene nombre”, es un hecho inexplicable para nuestras mentes que no fueron formadas para comprender la ausencia de un ser querido. No nos cabe en la razón. Se admite con enorme dificultad en el tiempo, a veces muy muy largo, con resignación y melancolía. La persona nunca se va de verdad, los enormes recuerdos de cercanía de corto o largo periodo siguen circulando por nuestras mentes. Es una película que rueda interminable en la mente y el corazón.

En algún momento, Suecia estableció una política de cero homicidios por accidentes de tránsito. Y con ello ha logrado una tasa de solo 1.8 por cada 100 mil habitantes, la más baja del mundo. Eso marca una expectativa de cómo se comporta la gente al transportarse a pie o en cualquier vehículo. Traigo el ejemplo a colación, pues Suecia tiene una de las tasas de homicidios más bajas del planeta, de alrededor del 1.5. Y su expectativa de vida es de 82 años y es solo la décima más alta del mundo.

En Colombia la tasa de homicidios es de 25 por 100 mil habitantes, pero hay que sumarle los accidentes fatales de tránsito que es de 16 por 100 mil habitantes; se podrían sumar además los ‘accidentales’ que suman casi 8 por 100 mil habitantes. Aquí aparecen solo números: la realidad fría de las cifras.

Pero detrás de cada número hay una persona con familia, con hijos, padres, abuelos, tíos, hermanos horrorizados por cada muerte que ocurre. Y dolidos para siempre con los fantasmas del ser querido y un dolor profundo en el corazón. Las familias de Cali y de los soldados y policías del helicóptero de Amalfi, nos parten el alma hoy. El muchacho barbero que iba con su mamá en la moto a comprar los implementos para su emprendimiento, su padre llorando en la radio... y todos, todos los otros.

Colombia tiene la obligación como sociedad de parar la normalización de esas cifras. Sí, con el narcotráfico tuvimos hace 30 años una tasa de homicidios de 81 por cada 100 mil habitantes, y se fue disminuyendo a los 25 luego de La Paz con las FARC. En Colombia, 5 de 100 homicidios violentos se resuelven; en Francia es a la inversa: solo 5 se quedan sin resolver. El primer y más frecuente indicador que los medios le deberían preguntar a la Fiscalía General de la Nación, es cual es la tasa de impunidad de los homicidios en el país.

En ningún programa de los candidatos presidenciales he visto una apuesta firme que nos saque de este horroroso panorama, de la violencia intrafamiliar, las riñas, los homicidios políticos o por accidentes viales, porque toda persona asesinada, o que muere de manera violenta, es un ser amado.

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