Pico y Placa Medellín
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Por José Guillermo Ángel R. - memoanjel5@gmail.com
Estación Delirio Continuado, a la que llegan buscadores de pistas para reasegurar el fin del mundo, expertos en geopolítica que anuncian tiempos peores, analistas que creen que la Inteligencia Artificial come gente, promotores de técnicas para ser felices en lugar de enfrentar la realidad, propagandistas que ya no saben cómo negar lo que se les sale entre los dedos, fanáticos que encuentran diablos en las camas y las alcantarillas, generadores de opinión que anuncian en titulares lo que después no dicen, famosos ya deformes de tanta estética de polímeros en el cuerpo, censores que señalan como un peligro a los que piensan, señoras y señores que miran para ver a quién hay que explotarle, narcisos que viven en cuartos con espejos y así creen que lo único que hay son ellos, gordos y flacos que amenazan y luego piden perdón porque se les fue la lengua, creyentes en sí mismos buscando errores en otros, argumentadores que no son más que inquisidores y hasta guillotina cargan. En fin, Delirio Continuado es una estación bullosa y allí la gastralgia abunda. Y se mantiene llena.
Ese aviso que se lee por ahí de que Maluco también se vive bueno, es mentiroso y peligroso, pues si se está mal interiormente, el exterior está igual. El mundo lo vemos y entendemos como nos sentimos: es un caos si yo soy el caos, es una rabia si estoy rabioso, es un miedo si lo ajusto con mis miedos. Y esto de habitar la maluquera nos hace agresivos, nos cierra el entendimiento y nos convierte en un ejército de un hombre solo (parecido el de la novela de Moacir Sliar) que avanza perdiendo, odiando, mintiendo y buscando fórmulas mágicas para dormir, a la par que contamos los años como una carga y no como lo que son: una forma de liberarme de todo lo que nos confunde y alimenta el estado de neurosis que crece y nos hace tóxicos. O si se quiere, comedores de asuntos en mal estado.
Cuando se estableció la ley de los tres octavos (ocho horas de trabajo, ocho horas de ocio creativo, ocho horas para dormir), el octavo más importante fue el del ocio, que demuestra qué tan humanos somos, pues con el ocio creativo aprendemos a ser nosotros en todas las buenas posibilidades emocionales. Por ejemplo, pintar, tocar un instrumento, saber oír buena música, escribir para hacer inventarios de razón, cantar, trabajar con las manos algo que solo nos interesa y no está en venta. Stefan Zweig, mirando a su jardinero, se hizo jardinero para entender la condición humana y entenderse él.
Acotación: La neurosis que vivimos se debe a la falta de ocio creativo, a no entender que creando nos diferenciamos de los animales con miedo y que al ser capaces de hacer algo bonito (lo que incluye comidas) nos realizamos en la vida, que es la única oportunidad que tenemos.