Pico y Placa Medellín
viernes
3 y 4
3 y 4
Colombia no se merece seguir atrapada en este círculo de violencia. El país que nos merecemos es uno decente, en paz, próspero, donde la vida y la dignidad sean sagradas.
Por José Manuel Restrepo Abondano* - Jrestrep@gmail.com
Fueron muchas voces en estos días: mensajes, expresiones públicas, marchas, oraciones y cantos a nuestro Creador. Hubo visitas a la clínica, esperas interminables y la fe firme en que era posible el milagro. Creíamos que Colombia necesitaba de nuevo a Miguel en el liderazgo público, que aún tenía mucho por dar.
Miguel encarnaba una nueva generación de jóvenes líderes en el servicio público: convicciones profundas, valentía para defenderlas, empatía y bondad para actuar. Era un líder íntegro, que trabajaba por el bien común y no por intereses personales. Un ejemplo de vida: esposo y padre presente, hombre de valores que los irradiaba en cada gesto.
Como Secretario de Gobierno de Bogotá redujo significativamente los homicidios; como concejal, fue revelación por su independencia y coraje; como senador, el más votado en 2022, se destacó por su contundencia, su preparación y su cercanía con el emprendedor y los trabajadores. Convencido de que un país más próspero se construye con consensos.
Pero las balas cobardes de los violentos, de los narcos, de los terroristas y de quienes ordenaron este crimen, nos lo arrebataron. Le robaron la vida a él y a su familia, y a Colombia, un ejemplo de integridad y entrega. Este asesinato nos devuelve tres décadas atrás, a esos años en que se asesinaban candidatos presidenciales para silenciar sus ideas. Nos recuerda al país donde predominaba el miedo, donde la violencia truncaba sueños y desperdiciaba la creatividad de su gente.
El milagro que pedimos no llegó, quizás porque ese no era el milagro. Y hoy, en medio de la tristeza, la pregunta no es solo ¿por qué pasó esto?, sino ¿para qué sucedió? No tenemos aún la respuesta. Pero sí sabemos que Colombia no se merece seguir atrapada en este círculo de violencia. El país que nos merecemos es uno decente, en paz, próspero, donde la vida y la dignidad sean sagradas.
Un país donde no haya odio ni resentimiento; donde no se incite a la violencia desde el atril del poder; donde no se exacerbe la polarización desde bodegas digitales ni se den “tarimazos” que envalentonen a los criminales. Un país donde el amor sea la fuerza que guía nuestras acciones.
Los colombianos no queremos volver al miedo. No aceptamos regresar a los días de indignidad, odio y violencia.
A su esposa María Claudia, a sus hijos, a su hermana, su padre y a toda su familia, mi más sentido pésame. Que la memoria de Miguel nos inspire a luchar, con más fuerza que nunca, por la Colombia que él soñó.
*Rector Universidad EIA