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De rehenes, esperanza y reconstrucción: un gesto que trasciende fronteras

hace 3 horas
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  • De rehenes, esperanza y reconstrucción: un gesto que trasciende fronteras

Por Luis Diego Monsalve - @ldmonsalve

Hace apenas unos días, Hamas liberó los últimos 20 rehenes israelíes vivos que mantenía en Gaza, luego de más de dos años de cautiverio. El acuerdo contempla además la entrega de los cuerpos de todos los rehenes fallecidos —alrededor de 28—, aunque al momento de escribir esta columna solo se han entregado cuatro. Se espera que en los próximos días continúen las entregas.

Como parte del compromiso recíproco, Israel acordó liberar cerca de 2.000 prisioneros palestinos, un gesto que, más allá de su carga política, busca dar una señal de apertura hacia la reconciliación. Fue un momento cargado de emoción y alivio: no solo restituyó vidas, sino que abrió una ventana para que Gaza reciba ayuda humanitaria vital, mitigue el dolor de miles y emprenda el largo camino hacia la reconstrucción.

No obstante, este pacto representa apenas el primer paso dentro de un acuerdo de 20 fases, todavía lejos de completarse. Muchas de sus etapas enfrentarán grandes dificultades: la entrega completa de los cuerpos, la reconstrucción de infraestructura, la liberación total de prisioneros y la garantía de seguridad para ambas partes. Cada actor deberá cumplir su papel, y Estados Unidos tendrá que continuar ejerciendo su rol de garante para que este proceso no se desmorone.

Este giro humanitario fue posible porque Estados Unidos, con Trump como figura central, puso todo su peso diplomático detrás del acuerdo: convenció a Netanyahu, ejerció presión estratégica y coordinó apoyos internacionales. Esa intervención decisiva confirma que, hoy más que nunca, EE. UU. sigue siendo la potencia cuya acción puede inclinar la balanza.

Mientras tanto, en América Latina, una noticia de alto voltaje sacude la política venezolana: María Corina Machado ha sido galardonada con el Nobel de la Paz 2025. Ese premio no solo honra su trayectoria opositora, sino que proyecta una promesa: la liberación del pueblo venezolano del yugo de Maduro y el inicio de la reconstrucción democrática.

Este Nobel llega en un momento en que el régimen venezolano muestra indicios de fragilidad, y su fuerza simbólica puede volverse instrumento estratégico. Si Colombia y su próximo liderazgo deciden actuar con criterio, pueden aprovechar esa luz para tejer alianzas regionales y globales, y acompañar un proceso de transición con respaldo diplomático y moral. Esa diplomacia sería una apuesta de Estado por la libertad y la dignidad.

Para Colombia, una Venezuela pacificada y reconstruida traería beneficios concretos:

1. Estabilidad regional: menos presión migratoria, menos riesgos en fronteras vulnerables.

2. Integración comercial: reapertura de mercados, cadenas productivas conjuntas y aprovechamiento energético.

3. Cooperación institucional: colaboración en salud, educación, seguridad y apoyo mutuo en crisis.

4. Posicionamiento internacional: ser referente de democracia activa en América Latina, con credibilidad renovada.

Es paradójico aunque no sorpresivo que, mientras el mundo homenajea el Nobel como incentivo al cambio, el gobierno colombiano haya preferido alinearse con la dictadura venezolana. Esa apuesta ideológica no solo es equivocada, también es diplomáticamente riesgosa. El próximo gobierno tiene ante sí una oportunidad: dejar de ser espectador y convertirse en actor estratégico del renacimiento venezolano.

Porque si Gaza puede empezar a reconstruirse gracias a la voluntad política y al compromiso internacional, y si un Nobel puede encender la esperanza democrática en Venezuela, Colombia también puede reencontrar su rumbo. Pero para lograrlo, necesita un liderazgo que entienda que la diplomacia no consiste en discursos altisonantes ni en ideologías de ocasión, sino en construir puentes, asumir responsabilidades y actuar con visión de país. Esa es la diferencia entre una política exterior que improvisa y una que proyecta al país con seriedad y propósito en el mundo.

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