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¿Será León XIV, a sus 69 años, el pontífice que consolide esa transformación? La historia, como siempre, lo dirá. Pero los signos iniciales invitan a la esperanza.
El nuevo Papa, Robert Francis Prevost, que ha elegido llamarse León XIV, lo han presentado como el primero nacido en Estados Unidos. Sin embargo, al oírlo hablar en español, saber de sus 20 años dedicados a misiones en Perú e incluso el hecho de que tiene también nacionalidad peruana, por momentos nos hace sentir como si el heredero del Papa Francisco también perteneciera a estas tierras del sur de América.
Que hable español con naturalidad no es un simple detalle folclórico: es símbolo de una Iglesia que insiste en dejar la pompa y el boato y empieza a hablar desde el sur con una identidad conectada con la sensibilidad del mundo hispanoamericano.
No es un secreto el peso de América Latina en el catolicismo del mundo: casi el 40% de los católicos del planeta habitan esta región, y sin embargo, hasta hace poco había sido escasa su representación en las más altas esferas del poder del Vaticano.
Su elección es un reflejo del desplazamiento simbólico del centro de gravedad de la Iglesia, que ya no reside exclusivamente en Roma o Europa, sino que late con fuerza en las periferias que el Papa Francisco tanto reivindicó. Francisco, argentino y jesuita, significó un giro significativo en esa tradición europeísta, y hoy, con León XIV, se profundiza ese cambio. Su trayectoria pastoral, su lengua materna —el español— y su vinculación con comunidades migrantes y vulnerables lo sitúan más cerca de Puebla o Medellín que de Washington o Boston.
Sin duda, el gesto especial que tuvo ayer al dirigirse en español a su congregación en la diócesis de Chiclayo ha tocado la fibra de todos los hispanoparlantes. Nada dijo en inglés, aunque quedará para la historia como el primer Papa nacido en Estados Unidos. Tal vez por eso el Washington Post se arriesgó a llamarlo el “yanqui latino”.
Aún es temprano para trazar un perfil definitivo de León XIV, pero sus primeras palabras y gestos apuntan a un papado comprometido con las causas humanas, consciente de las tensiones sociales, raciales y económicas que atraviesan millones de fieles, menos preocupado por la doctrina y más atento a la dignidad de quienes sufren.
El perfil del papa León XIV nos muestra a un misionero agustino con un amplio bagaje internacional. Nacido y educado en Chicago, de padre francés y madre de ascendencia española, Prevost ha vivido veinte años en Perú y otros veinte en Italia. Se dice de él que es un puente entre el norte y el sur, un hombre de consensos cuya actitud reflexiva y centrada, en tiempos de tanta polarización, puede ser muy útil para ejercer la labor diplomática que se espera de su cargo.
Prevost ha desempeñado toda clase de labores en la Iglesia y muchos de quienes lo conocen comentan que además de pastor es un gran gestor. Estos dos rasgos seguro fueron definitivos para su elección pensando en los retos que tiene la iglesia por delante: recuperar fieles, continuar la batalla contra los abusos financieros dentro del Vaticano y, por encima de todo, acabar con la lacra de los abusos sexuales, en línea con lo que ya habían comenzado Benedicto y Francisco. Las reformas emprendidas por ellos ya no tienen vuelta atrás, pero necesitan ser consolidadas y armonizadas y ese parece ser el compromiso del nuevo Papa.
Dado que el simbolismo hace parte importante de la comunicación de la Iglesia, el nombre que eligió Prevost es muy significativo. León XIII fue el Papa que abrió la iglesia a la modernidad, inauguró el magisterio social que habla de la libertad y la solidaridad, defendió a los trabajadores pidiendo salarios más justos para ellos y condenó la esclavitud. Así que con León XIV seguirán los vientos de cambio.
De su primer discurso papal quedan algunas ideas muy claras. León XIV aboga por la paz desde el diálogo. Defiende el amor de Dios por todos los seres humanos sin necesidad de encasillarlos en determinado grupo. Promueve, desde su mirada de misionero agustino, el estar junto a los marginados, a los más desvalidos, lo que hace que muchos piensen en que defenderá a los migrantes. En ese sentido insta a los miembros de la Iglesia a que salgan y estén con los que más sufren, dejando claro el carácter sinodal que quiere darle a su pontificado, es decir una Iglesia que no actúa de forma vertical o autoritaria, sino que busca escuchar, consultar y construir consensos. Su agradecimiento a Francisco y su recuerdo a su labor, muestran que no va a haber marcha atrás en los cambios emprendidos por su antecesor.
El reto, ahora, es que esa voz no solo se escuche en las homilías, sino que se traduzca en reformas reales, en decisiones valientes frente a los abusos y en una auténtica apertura hacia una Iglesia más justa, inclusiva y coherente con su mensaje evangélico.
En menos de 24 horas de iniciado el cónclave, 133 cardenales eligieron al nuevo líder de los 1.400 millones de católicos del mundo. El pontífice número 267. ¿Será León XIV, a sus 69 años, el pontífice que consolide esa transformación? La historia, como siempre, lo dirá. Pero los signos iniciales invitan a la esperanza.