Ambos artistas han trabajado juntos en seis producciones, consolidando una de las alianzas más singulares del cine contemporáneo.
A continuación, repasamos las películas más importantes de esa colaboración:
La condena (1988):
La primera colaboración entre Tarr y Krasznahorkai fue esta película en blanco y negro sobre la rutina de un hombre solitario en un pueblo minero.
Aunque no es una adaptación directa, el guion (firmado por el autor húngaro) se inspira en elementos de Tango satánico, anticipando la estética y los temas que definirían el resto de su filmografía: alienación, desencanto y estructuras sociales opresivas.
Sátántangó (1994):
Considerada una obra de culto, Sátántangó es la adaptación directa de la novela más emblemática de Krasznahorkai. La película, de siete horas y media, narra la decadencia de una comunidad rural en la Hungría postcomunista a través de múltiples perspectivas.
El autor participó como guionista y, junto a Tarr, construyó una narrativa visual lenta, cargada de simbolismo y marcada por el uso extremo del plano secuencia. La cinta ha sido celebrada por críticos y cineastas como una de las cimas del cine posmoderno.
Armonías de Werckmeister (2000):
Basada en Melancolía de la resistencia, esta película traslada la acción a un pueblo donde un circo ambulante —con una ballena gigante como atracción principal— desencadena una crisis social y espiritual.
Rodada en solo 39 planos secuencia, la cinta ahonda en el caos político, la manipulación de las masas y la fragilidad del orden racional. Krasznahorkai, nuevamente como guionista, desarrolla monólogos y situaciones que expanden la dimensión filosófica de su obra literaria.
El hombre de Londres (2007):
Aunque no basada en un texto suyo, esta película cuenta con un guion original escrito por Krasznahorkai a partir de una novela de Georges Simenon.
Es la única colaboración entre ambos artistas que compitió en el Festival de Cannes, y representa un giro hacia el thriller psicológico.
La historia sigue a un vigilante de estación que presencia un crimen y queda atrapado en una espiral moral. A través de su lente, el guionista transforma un relato policial en una reflexión existencial sobre el destino y la culpa.
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El caballo de Turín (2011):
Esta fue la última colaboración entre Tarr y Krasznahorkai hasta la fecha. La película parte de un episodio real de la vida de Nietzsche (el día que abrazó a un caballo maltratado y colapsó emocionalmente) para explorar la rutina aplastante de un cochero y su hija.
Más que narrar un hecho histórico, la película (firmada también por la montadora Ágnes Hranitzky) retrata la erosión física y mental de sus protagonistas en un entorno de absoluta desolación. Como en sus obras escritas, el guion de Krasznahorkai apuesta por el silencio, el tiempo suspendido y la repetición.