Ese hombre de contextura ancha, cara alargada y cabello bien peinado hacia un lado que lloraba en el centro de la cancha del estadio Marcelo Bielsa de Rosario, Argentina, tenía un dolor profundo en el alma. Antes de que iniciara el partido entre Newell’s Old Boys y Tigre, válido por la fecha 12 de la Liga de Argentina, hubo un minuto de silencio en honor al técnico Miguel Ángel Russo, fallecido el miércoles.
Ignacio, su hijo de 24 años que juega como delantero en Tigre, llegó de último al círculo que divide la cancha. Antes, estaba hablando con Cristian Fabbiani, técnico de Newell’s, quien lo abrazó para darle el pésame por la pérdida de su padre, quien murió a los 69 años en Buenos Aires, siendo entrenador de Boca Juniors.
Después del abrazo y algunas palabras de condolencia, Russo, con el 29 en la espalda, corrió rápido para unirse a sus compañeros en la fila de titulares. El estadio se silenció. Ignacio –Nacho, como le decía su padre–, hizo todo lo posible para contener el llanto, pero no lo logró. El dolor de la pérdida lo superó. Se quebró. Su pecho empezó a moverse rápido, agitado, como cuando lo que se llora está impregnado al alma.
¿Cómo fue el gol del hijo de Miguel Russo?
Los compañeros lo abrazaron. Él se secó las lágrimas. Empezó a jugar. Quería lucirse para que su padre se sintiera orgulloso en el cielo. Lo consiguió. Iban 22 minutos del encuentro cuando, después de un centro desde la izquierda, empujó con fuerza, como en plancha, la pelota para marcar el primer tanto del partido.
Celebró con euforia. Se levantó rápido para salir del arco, donde se metió cuando empujó la pelota. Corrió un par de metros. Se arrodilló y, en medio del grito de gol que pareció salirle del alma, se quebró de nuevo. Se cubrió el rostro mientras lloraba. Después bajó la cabeza, como mirando el suelo y luego, cuando salió de los abrazos de sus compañeros, se levantó.
Ese fue el homenaje de Ignacio Russo, el hijo menor del entrenador que se ha llevado vítores en todos los estadios de Suramérica después de su muerte, para homenajear la memoria de su padre, que era el motivo del llanto que mostró en el estadio Marcelo Bielsa de Rosario.