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¿Cómo el mundo puede lidiar con Donald Trump?

Mientras busca reconocimientos como el Premio Nobel de la Paz, sus acciones incluyen intervenciones en conflictos y presiones a líderes mundiales, como Gustavo Petro y Javier Milei.

  • Donald Trump se ha caracterizado por someter a sus contradictores políticos; a los gobernadores que se le oponen les envía la Guardia Nacional y a los líderes del mundo los arrincona con aranceles. FOTO getty
    Donald Trump se ha caracterizado por someter a sus contradictores políticos; a los gobernadores que se le oponen les envía la Guardia Nacional y a los líderes del mundo los arrincona con aranceles. FOTO getty
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Daniel Rivera Marín

Editor General

hace 1 hora
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Donald Trump es un experto en dar bandazos, en jugar varias partidas de cartas al mismo tiempo. Mientras reunía actores del mundo estadounidense, árabe e israelí para concretar un cese al fuego en la Franja de Gaza —bajo la promesa de la gran riqueza que traería la reconstrucción después de los bombardeos—, presionaba con mensajes de prensa y redes para que le dieran el Premio Nobel de la Paz —una de esas cosas que no compra el dinero— y movía fuerza naval en el Caribe para destruir las lanchas en las que supuestamente latinoamericanos tratan de llevar cocaína a Estados Unidos. Luego estuvo su fracasado rol de pacificador en la guerra que hace más de tres años desató Rusia contra Ucrania, y también su manera de someter a Gustavo Petro, quien desde enero se le ha enfrentado y provocado, como sucedió hace semanas en Nueva York, cuando, con un megáfono, llamó a los soldados a que desobedecieran a su comandante en jefe.

Le puede interesar: Trump castigó a Canadá con el aumento del 10% de aranceles por “tergiversar” el discurso de Ronald Reagan.

Como un emperador del mundo, Trump se muestra imperturbable. No son pocos los que lo comparan con un nuevo César que espera que lo reciban con vítores por todo el mundo, mientras amenaza a quienes se le oponen con aranceles hiperbólicos. El mejor ejemplo se puede ver con el presidente colombiano Gustavo Petro, a quien finalmente metió en la temida lista Clinton, donde van a parar los nombres de los narcotraficantes más “productivos” del planeta.

Con una economía en franco declive tras el fortalecimiento sostenido de China, Trump quiere ganar terreno irrumpiendo en temas de todo el planeta. Hace un par de meses agravó sus disputas con Brasil, el coloso latinoamericano que le puede hacer frente —más o menos—, imponiendo un 50% de arancel a todos los productos brasileños y hasta se metió en cuestiones internas como llevar al presidente del Tribunal Supremo Federal, el juez Alexandre de Moraes, y a su esposa a la Ley Magnitsky (legislación estadounidense que permite imponer sanciones contra funcionarios extranjeros responsables de violaciones graves de derechos humanos o de actos significativos de corrupción) por condenar a 27 años de prisión a Jair Bolsonaro, luego de que este último intentara dar un golpe de Estado. Obviamente, Bolsonaro fue uno de los grandes aliados que tuvo Trump en su primer mandato.

El domingo pasado, el escritor Héctor Abad Faciolince publicaba en su tradicional columna de El Espectador: “Las cancillerías del mundo entero han descubierto por dónde cojea Trump o, mejor dicho, cuál es su talón de Aquiles: su vanidad sin límites. (...) Es por esto que, como ya lo tienen estudiado y probado, los líderes del mundo, en cuanto lo ven, se obstinan en ocultar cualquier verdad o en manifestar cualquier desacuerdo, y se dedican a obsequiarle regalos de oro, lisonjas sin límites, halagos obsecuentes y señales ridículas de humildad sin medida”.

Como un César del imperio romano, un Calígula, lo que Trump busca son interlocutores que le den la razón. Se ve en la dinámica que ha adquirido su relación con los estados que son gobernados por demócratas, adonde ha mandado la Guardia Nacional para dar la impresión de que dichas zonas están bajo una guerra que en realidad no existe. Y aunque hubo muchas miradas sobre el envío de tropas, esta semana el presidente tuvo una victoria cuando el fallo de un tribunal federal le abrió el camino para enviar efectivos de la Guardia Nacional a Portland, Oregon.

“Vi la otra noche, el sábado por la noche, Portland está como ardiendo hasta los cimientos, y estas personas dicen que solo son cosas amistosas”, dijo Trump durante una mesa redonda con varios miembros de su gabinete. “Todo el lugar está ardiendo hasta los cimientos, así que nos ocuparemos de eso, eso es más una insurrección que cualquier otra cosa. Es una locura, Portland está loca”. Sin embargo, varios medios de comunicación como CNN y The New York Times revelaron que sus afirmaciones no eran ciertas.

Ese envío de tropas a las ciudades donde se han levantado protestas en contra de las leyes de inmigración que ha desatado la Casa Blanca, es una muestra de que Trump no tolera ni la crítica ni el disenso, y parece aplicar aquella frase bíblica: el que no es conmigo es contra mí. Sus actos de emperador desataron hace una semana masivas protestas en su contra, más de siete millones de personas salieron a marchar en su contra bajo el lema “no kings” (sin reyes), enrostrando que su voz no es la de un rey que manda y se cumple, sino que es el presidente de la superpotencia y, por tanto, debe velar y proteger el juego democrático.

Es difícil saber cómo responderle a Trump, parece que solo hay dos caminos: la oposición o la sumisión. En América Latina, Brasil ha usado vías diplomáticas, y Colombia ha sido menos ortodoxa y se ha enfrentado, sin sopesar las consecuencias que tendría para la economía un tapón arancelario. Esta semana el diario El País analizaba otro extremo del espectro, el del presidente argentino Javier Milei, quien ahora parece que depende de Trump para sostener la estabilidad económica antes de las elecciones legislativas. Y es que tras la derrota de las elecciones locales en la provincia de Buenos Aires, y una crisis cambiaria, el Tesoro estadounidense intervino en el mercado argentino con más de 1.500 millones de dólares y anunció un paquete de ayuda de hasta 40.000 millones. Ese salvataje permitió a Milei evitar un colapso financiero, pero a costa de ceder parte del control económico al mandatario republicano y reforzar la dependencia del país respecto de Estados Unidos. La designación de Pablo Quirno, exbanquero de JP Morgan, como nuevo canciller simboliza esa alineación: la diplomacia y la economía argentinas quedan cada vez más bajo la órbita de Washington. Con los emperadores, nunca hay nada gratis.

Para más noticias sobre América Latina, Estados Unidos y el mundo, visite la sección Internacional de EL COLOMBIANO.

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