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Que el desorden no lo contagie

Promueva la necesidad de que la gente construya un criterio férreo desde la realidad del país para detener caída al abismo.

hace 5 horas
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  • Que el desorden no lo contagie

Por Juan David Ramírez Correa - columnasioque@gmail.com

Hace unos días vivimos una de las más alucinantes intervenciones del presidente Gustavo Petro. Fueron cuatro horas bizarras que ni el surrealismo ni la literatura del absurdo han sido capaces de configurar. Más allá de la lengua trabada y el mal manejo del lenguaje durante la alocución presidencial y el Consejo de Ministros, basta con listar, sin ánimo de detalle, algunas de las confusas cosas que dijo Petro. Sugirió el traslado de la estatua de la Libertad de Nueva York a Cartagena, explicó el concepto de “raza” con perros cocker “spanish” (es spaniel) en celo, habló de hipopótamos convertidos en bustos para adorar a Pablo Escobar, de su rabia por lo que pasó con sus amigos actores porno, de la teoría evolutiva que demuestra que los latinoamericanos llevan más de 30.000 años en la tierra y de su libro de Marx subrayado, en fin.

La risa resulta inevitable para muchos. En el momento en que Petro habló de los hipopótamos del Magdalena medio, un amigo me dijo que sentía estar viendo todos los capítulos de Chespirito en uno solo. Como dijo el columnista Thierry Ways, cada vez que esto pasa aparece el mismo morbo que causa un accidente en carretera: no se puede dejar de ver.

El domingo, durante la instalación de la legislatura para su último año de gobierno, la retórica fue profusa de nuevo. Las palabras fueron y vinieron. Fue una retahíla de cifras deshilvanadas envueltas en las elucubraciones de un sabio capaz de conectar la matemática cuántica, el conflicto palestino-israelí y la teoría científica económica de David Ricardo, mientras que un montón de indoctrinados del Pacto Histórico llegaban al culmen del éxtasis.

Pero no se puede ser inocente. Los disparates buscan ahogar la realidad del país para que Petro tome por los cuernos la agenda nacional.

Ahí es donde hay que recordar la incapacidad gerencial del gobierno que está llevando al estado al borde la quiebra. Tampoco se puede olvidar que el país está siendo gobernado por personajes oscuros como Armando Benedetti, Alfredo Saade y un ministro de Justicia que actúa como Napoleón del Derecho. ¿La salud? Sería tapar el sol con un dedo, no darse cuenta de que el sistema lo llevaron a un punto de precariedad donde todos sufren, incluyendo los que romantizaron la intervención del Ejecutivo a las EPS. ¿La inseguridad? Disparada y la gente agobiada, mientras que cada vez más se devela que la paz total es un embeleco sórdido basado en componendas con bandidos. La lista sigue y no hay espacio para documentarla. El país es un desorden. No estamos en una buena posición ni en un buen momento. El problema es que muchos creen que la solución radica en aguantar los meses que faltan para las elecciones presidenciales en 2026. Sí, efectivamente, ese es el punto de inflexión, pero no se puede olvidar que el clientelismo está a la vuelta de la esquina y que el gobierno apuntará a las componendas y típicas prácticas politiqueras para coaptar los votos.

La cosa es simple: si Usted sabe que el desorden creado por el gobierno es inaguantable, no se deje contagiar por la inacción que trae el “ya falta poco”. Promueva la necesidad de que la gente construya un criterio férreo desde la realidad del país para detener la caída al abismo. Seguro que, con la fuerza de los argumentos y sin casar peleas, Usted puede convencer a otros de la apremiante necesidad que tiene el país de corregir su rumbo.

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